Zara, nieta de la reina Isabel II, se casa este sábado
Londres ya tuvo su boda real, y ahora le toca a Edimburgo. Una baby boda en comparación con la de Guillermo y Catalina, pero suficiente para convertir el sábado el centro de la capital escocesa en una auténtica fortaleza, con las calles cerradas al tráfico desde las cuatro de la mañana. Y es que Zara Phillips también es nieta de la reina y figura en la línea de sucesión al trono, aunque no sea en la parrilla de salida…
Zara, segunda hija de la princesa Ana –la componente más discreta y trabajadora de la familia real– y del primer marido de ésta, Mark Phillips, es desde hace tiempo una rebelde inteligente que se las ha ingeniado para desafiar los convencionalismos y el estricto código de conducta de la casa de los Windsor sin romper la baraja del todo y manteniendo los escándalos bajo control.
Ha hecho su vida, se ha dedicado al deporte (compitiendo con gran éxito en torneos internacionales de equitación), se ha ganado un dinerillo haciendo el anuncio de un coche todoterreno, ha tenido la tumultuosa vida sentimental que ha querido y llevamucho tiempo viviendo con el jugador de rugby Mike Tindall, desafiando abiertamente el absurdo mito de que las mujeres de sangre azul deben casarse vírgenes.
Será lo que Dios quiera, pero Zara y Mike se conocen muy bien, y se definen a sí mismos como el fuego y el hielo. Ella, el fuego, por su carácter tan cariñoso como explosivo; y él, el hielo, por la frialdad y sangre fría con las que afronta todas las situaciones, a excepción de cuando se lía a puñetazos en el campo de rugby con algún rival que le ha tocado las cosquillas.
Campeón del mundo con Inglaterra en Australia, Tindall se encuentra ya en el ocaso de su carrera, y la miniboda real le va a ayudar a pasar página y empezar una nueva fase de su vida. Su sueño es dedicarse al póquer profesionalmente, porque se le da bastante bien y ya ha ganado algún que otro concurso.
La pareja se conoció precisamente en Sydney durante el mundial del 2003, cuando el príncipe Enrique –gran aficionado al rugby– hizo de celestina y los presentó en una fiesta previa al inicio de la competición. Mike Tindall, apodado el frigorífico (mide 1.90m y pesa más de cien kilos) era el único miembro de la selección que no había viajado a las antípodas acompañado por su mujer o por su novia. El fuego no tardó en empezar a derretir el hielo…
La boda no se va a televisar al mundo entero, ni las calles de Edimburgo van a estar atestadas de curiosos. No es una boda real, sino, en teoría, un asunto privado entre las dos familias, con tan sólo 300 invitados a la ceremonia religiosa en la histórica Canongate Kira de la Milla Real de la capital escocesa. Pero dado que entre los asistentes estarán la reina Isabel y el duque de Edimburgo (entre muchos otros miembros de la familia real, que es la de Zara), miles de agentes de policía se encargarán de la seguridad, con un coste estimado en más de 600.000 euros.
Los festejos comenzarán mañana en el yate real Brittania, convertido en una atracción turística desde que la reina se deshizo de él después de casi un millar de viajes oficiales porque había quedado técnicamente obsoleto; los novios lo han alquilado por 60.000 euros para una recepción previa a la boda.
Para la novia será una ocasión muy sentimental, porque los padres de Zara lo usaron para de viaje de novios cuando todo entre ellos era color de rosa, antes de las decepciones, las peleas y el eventual divorcio.
Escocia es especial para Zara, porque estudió en un colegio exclusivo de Moray y su madre se casó allí en segunda nupcias aprovechando que su Iglesia es bastante más liberal y permisiva.
El palacio de Holyrood, sede oficial de la soberana británica en Edimburgo, ha sido cerrado al público durante cinco días porque en su recinto se celebrará la fiesta posterior al enlace. Aunque oficialmente pertenece a los Windsor, Isabel II ha donado una cantidad importante de dinero a la fundación que se encarga de su gestión y mantenimiento, para que no se diga que una extravagancia familiar le va a resultar cara al erario público.
Tindall, un típico producto de las clases medias universitarias británicas y más de 60 veces internacional con la selección inglesa de rugby, dice con la voz de la experiencia que su familia política, los Windsor, “tiene sus cosas como las tienen todas, pero son buena gente” y nunca le han hecho sentirse extraño o marginado.
Eso sí, es consciente de que va a estar casado con una mujer que es la número 33 en la línea de sucesión al trono, aunque de jovencita provocara las iras de su madre y su abuela haciéndose un piercing en la lengua. Ya no podrá beber como un cosaco, deberá guardar las formas y deberá cuidar que no le pare la policía con unas cuantas pintas de cerveza y varios vodkas entre pecho y espalda, como ocurrió en una ocasión.
El matrimonio entre el frigorífico y la princesa rebelde promete ser muy entretenido.
Fuente:www.lavanguardia.com