Mónaco respira aliviado tras el sí de Charlene
El rico principado de Mónaco respiró aliviado hoy tras el matrimonio civil de Alberto II con la sudafricana Charlene Wittstock, que puso fin a la incertidumbre desatada por rumores de una crisis en la pareja.
El heredero de una dinastía que reina desde hace más de 700 años y la ex campeona de natación sudafricana se dieron el sí en una breve ceremonia en la Sala del Trono del medieval Palacio de Mónaco.
Vestida con un traje largo azul cielo, el color de sus ojos, diseñado por ella misma, la sirena rubia y alta de 33 años recibió el título de Alteza Serenísima princesa de Mónaco, tras contraer matrimonio civil con el jefe del segundo Estado más pequeño del planeta, 20 años mayor que ella.
«Los declaro marido y mujer», declaró a la pareja Philippe Narmino, presidente del Consejo de Estado, que ofició la ceremonia, a la que asistieron las hermanas de Alberto, Carolina y Estefanía, que derramó unas lágrimas, los hijos de ambas princesas y los padres de Wittstock.
«Se casa usted con un príncipe, pero también con un país», le dijo Narmino a Wittstock, que pese a que se radicó hace cinco años en el principado aún no habla francés.
El matrimonio civil, que duró escasos 15 minutos, despejó el suspenso que pesaba sobre Mónaco tras los reportes de prensa revelando que hace unos días Wittstock estaba decidida a suspender todos los preparativos de la boda y tomar un vuelo «sin retorno» rumbo a Sudáfrica, a raíz de «revelaciones» sobre Alberto.
La pareja salió luego al balcón del Palacio, a saludar a varios miles de monegascos que habían sido invitados a ser testigos del enlace civil y que siguieron la ceremonia en grandes pantallas instaladas en la plaza del Palacio.
Agitando banderas con los colores blanco y rojo del principado, los monegascos, que insisten por lo bajo que lo que les interesa es ver a «un bonito bebé gateando en el Palacio», lanzaron vivas cuando los príncipes se dieron un beso, cariñoso pero no apasionado.
«Llevamos años esperando que el príncipe se case y nos de por fin un heredero», dijo Raymonde, una monegasca de 81 años, que admitió que Alberto, que ha tenido dos hijos fuera de matrimonio, es «un mujeriego». Y «Charlene lo sabe bien», dijo la joven anciana, que regresaba de nadar en una gran piscina cerca de su residencia.
Tras la boda civil, Alberto y la princesa de Grimaldi se unieron luego con sus súbditos en la plaza del palacio, para degustar una comida al aire libre, donde se ofrecieron platos sudafricanos, en honor al país de la novia, y también exquisiteces mediterráneas.
La flamante princesa, que pese al calor no se quitó la chaqueta manga larga también de color azul celeste, sonreía tímidamente a los monegascos que la venían a felicitar, y tomaba a muchos niños en sus brazos, siempre con Alberto a su lado.
Para festejar la boda civil, el músico Jean Michel Jarre ofrecerá un concierto el viernes por la noche, al que se prevé asistirán más de 100.000 espectadores.
Los monegascos ofrecieron a los príncipes dos obras de arte, una aguada de Kandkinsky y una escultura de Bourdelle, «L’Enfant endormi» (El Niño dormido), que algunos tomaron como un mensaje tácito a la pareja «para que se apresure a hacer un hijo».
La ceremonia religiosa tendrá lugar el sábado a las cinco de la tarde, no en la catedral donde se casaron los padres de Alberto, Raniero y Grace Kelly, sino al aire libre, en el patio de honor del palacio.
En la medianoche del sábado, un espectáculo de fuegos artificiales concluirá los tres días de festejos de este matrimonio del que depende el futuro del pequeño Estado, un paraíso fiscal que atrae a grandes fortunas y celebridades del deporte y la moda.
El principado, que no se salvó de la crisis financiera mundial, espera que la boda de Alberto y la ahora princesa Charlene Grimaldi ayude a reactivar su decaída economía y a redorar el blasón e imagen del enclave de dos kilómetros cuadrados y 35.000 residentes, que afronta la competencia de otros países en la lucha por atraer a las grandes fortunas.
El turismo, que retrocedió un 9% en 2009, antes de recuperarse un 6% en 2010, espera también beneficiarse de este acontecimiento feliz en Mónaco, cuya familia reinante, los Grimaldi, ha conocido una secuela de dramas y tragedias.
Los hoteles están llenos (2.700 cuartos, en hoteles de los cuales 90% tienen cuatro estrellas), y en las engalanadas calles de Mónaco se ven a miles de turistas, atraídos por los festejos organizados en ocasión del enlace.
Los museos y estacionamientos son gratis durante los tres días de celebraciones, e incluso se ofrecen ensayos gratis de un automóvil de carrera así como una «tarifa especial» (50 euros) para un vuelo en helicóptero.
«La boda fortalecerá el impulso que le hace falta a Mónaco», estimó el enlace el director de Turismo del principado, que recordó cómo el matrimonio de cuento de hadas del príncipe Rainiero y Grace Kelly, en 1956, transmitió una dosis de magia y optimismo que se contagió a la economía.
Fuente: www.losandes.com.ar
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