Boda del príncipe Haakon de Noruega
Una verdadera remake de la Cenicienta se cumplió en Noruega cuando el príncipe Haakon, heredero de la corona, y la ex camarera Mette-Marit, se casaron en la catedral de Oslo, en medio del fervor de sus compatriotas, que presenciaron el «sí, quiero» a través de grandes pantallas de TV instaladas en las calles.
Miles de noruegos se congregaron bajo un cielo plomizo junto a la vía Karl Johan para ver el cortejo nupcial y más de 800 personas asistieron a la ceremonia en la catedral de Oslo -originalmente una fábrica de ladrillo del siglo XVII-, de extremada sencillez ornamental, que fue decorada con cientos de rosas. Bajo la fina llovizna, las marchas militares y los trajes folklóricos de los invitados dieron colorido a los prolegómenos de la celebración.
Los novios no llegaron juntos a la catedral, tal como manda la tradición noruega, sino que cada uno lo hizo acompañado de su padrino de bodas. Haakon, con el príncipe heredero danés, Frederik. La novia, con su amiga Linda Taanevik, acupunturista.
Marius, el hijo de Mette-Marit, de cuatro años, llevó la cola del vestido de su madre a lo largo de un camino tapizado de miles de banderas y flores.
El novio recibió a su prometida con un furtivo beso y ésta, muy sonriente, saludó efusivamente al público que la aplaudía y vitoreaba. Llevaba el velo que usó en su boda Marta de Suecia, abuela de Haakon, en 1929, y lucía un elegante y sencillo vestido de crepé y tul, obra de un modisto noruego que empleó 125 metros de tela para la cola.
La ceremonia atrajo a miembros de la realeza europea -cuatro reyes, cinco reinas y seis príncipes herederos presenciaron la boda- y tuvo tintes de cuento de hadas, pues Mette-Marit es una madre soltera, ex estudiante y camarera, que pocos días atrás reconoció un pasado «desenfrenado» en el que frecuentó ambientes donde había droga. Ayer se convirtió en una princesa, y en posible reina de Noruega cuando Haakon ascienda al trono.
El banquete
Poco después de que los reyes Harald y Sonia de Noruega y su hija Marta Luisa entraron en la catedral, los novios, ambos de 28 años, hicieron lo propio. Permanecieron todo el tiempo con las manos enlazadas. La nueva princesa parecía conmovida y lloró cuando el jefe de la Iglesia noruega, el obispo Gunnar Stalsett, dijo: «Vuestra felicidad muestra cuánta fuerza hay en el amor». Observaban la escena la reina Sofía de España y el príncipe Felipe, heredero al trono español. No muy lejos, aunque en otro sector, se hallaba la modelo noruega Eva Sannum, supuesta novia del príncipe Felipe, que por no pertenecer a la realeza llegó una hora antes.
A la boda asistió la argentina Máxima Zorreguieta, prometida del príncipe Guillermo Alejandro de Holanda, en una de sus primeras apariciones junto a la realeza europea.
Aparte del banquete real, en la antigua fortaleza Akerhus, se sirvió en una carpa una fiesta pública para mil personas. Hacia la fortaleza se dirigieron, en un descapotable, Haakon y Mette-Marit una vez terminada la ceremonia. Una multitud fervorosa demostró en las calles que perdonaba el «pasado desenfrenado» de la joven.
Tras saludar desde el balcón del palacio, la pareja se retiró al interior para el banquete nupcial. Los 400 comensales fueron divididos entre el Palacio Real y el solemne edificio de la Sociedad Militar. El menú consistió en trucha acompañada de mariscos de agua dulce y salada, ternera con verduras y tulipa de helado de vainilla y frutilla con chocolate. Una vez terminado el banquete, todos los invitados se reunieron en el Palacio Real, donde la pareja cortó el pastel de bodas y abrió el baile.
Los noruegos también se sumaron a los festejos: en la plaza del Ayuntamiento se celebró una fiesta en la que intervinieron cantantes de rock y ópera, y a medianoche hubo fuegos artificiales. Se calcula que unos 300 millones de personas siguieron por TV la boda real.
Fuente: www.lanacion.com
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